Almudena de Arteaga, descendiente de la princesa de Éboli, se
dedicaba a la abogacía antes de escribir este super-ventas traducido a 4
idiomas y pasar a los anales como literata de éxito, o lo que es lo
mismo, antes vivía de pobres litigantes y ahora de nosotros, pobres
lectores.
En esta novela nos cuenta la vida y avatares de esta fenomenal mujer
que excitó los impulsos más variados, de envidia y admiración, tanto en
los hombres como en las mujeres de su época debido a su extraña belleza y
su extremada inteligencia. Desmiente algunos rumores que la acompañaron
durante su vida como que fue amante de Felipe II, desmitifica otros
como el halo de misterio que la rodeaba, y confirma algunos como que sí
fue amante “por amor” del secretario del rey, Antonio Pérez.
La narración está llena de pequeños detalles pero es, sin embargo,
desapasionada. El personaje nos habla en primera persona, pues está
recordando en voz alta las vicisitudes de su vida para su hija más
pequeña, la segunda de nombre Ana (¡qué curiosa costumbre de los
antiguos la de repetir nombres entre sus hijos!, aunque tuvieran muchos,
que los tenían, anda que no hay nombres diferentes en el santoral, como
bien nos recuerda Paternóster cada día).
A pequeñas y grandes pinceladas nos habla de su resignación como
buena mujer de su tiempo para, por ejemplo, sufrir en silencio y con
estoicismo la decepción de su padre porque nació niña; para aceptar el
destino fijado por sus padres, a “sugerencia” del rey, de casarse con
Ruy Gómez de Silva (mucho mayor que ella); para mantener oculto su único
gran amor, hacia Antonio Pérez; para someterse al mandato del rey
quien, no se sabe con certeza por qué, la privó de la custodia de sus
hijos y de su libertad. Para, en fin, acatar unas normas de las que se
sentía muy alejada ya que era una mujer en muchos sentidos adelantada a
su época.
En esta novela de fácil y entretenida lectura, la autora nos presenta
a una mujer de gran carácter, no siempre afable, y de gran
personalidad; una mujer de ésas que da pena no poder conocer en persona.
Los personajes secundarios, sin restarle un ápice de protagonismo,
están bien pincelados y perfectamente integrados en los roles del
momento histórico. Bien documentada y ambientada, es una obra muy
recomendable que además es cortita y se lee en poco tiempo.
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